¿La guerra?
No me interesa.
¿Los niños corriendo descalzos entre las ruinas?
No me interesa.
No me interesa el fuego ni ese perro abandonado a su suerte.
No me interesa el dolor
ni la flor que acaba de enterrar su belleza.
¿La guerra?
Por favor, eso no vende.
Eso no está de moda.
Eso cansa.
No es estético.
La pobreza ahuyena a mis amantes
La pobreza huele a manos yermas,
a tierra con gusanos desnutridos.
Huele a cerrado
y a misil que estalla en el sexo de un edificio animal.
¿La guerra?
Imposible seguir atentamente sus instrucciones.
Seguir el número de muertos.
Seguir el tiempo que tarda la guerra en convertirse
en un anuncio publicitario
con derecho a roce.
¿Ucrania?
¿Y eso dónde está?
¿EL frío?
Tengo aire caliente entre mis bragas.
¿Las fronteras?
Mejor un cigarrillo a medias
y una crisis europea mediatizada.
Luego vendrán las ayudas.
Luego vendrá América.
Luego sacarán a pasear a los niños huérfanos.
Luego llenaremos estadios de fútbol
con la sangre de los noticieros.
Luego levantaremos el miedo
con un globito de color rosa.
Luego nos haremos fotografías con América.
América coloradota.
América forrándose con la venta de armas.
América tan dada a devorar niñitos rubios
y pétalos de cerveza.
Oh, América.
Oh, escozor en la garganta.
Oh, Rusia y sus mujeres sin calcio
sobrevolando los cielos rotos de Moscú.
Angélica Morales
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